sábado, 9 de octubre de 2010

PIURA EN LA OBRA DE VARGAS LLOSA




MI PRIMER ENCUENTRO CON EL SALESIANO “

Mi primer encuentro con el Salesiano y mis nuevos compañeros de clase no fue nada bueno. Todos tenía uno o dos años mas que yo, pero parecían aún más grandes porque decían palabrotas y hablaban de porquerías que nosotros, allá en La Salle, en Cochabamba, ni siquiera sabíamos que existían. Yo regresaba todas las tardes a la casona de la prefectura, a darle mis quejas al tío Lucho, espantado de las lisuras que oía y furioso de que mis compañeros se burlaran de mi manera de hablar serrana y de mis dientes de conejo. Pero poco a poco me fui haciendo de amigos –Manolo y Ricardo Artadi, el Borrao Garcés, el gordito Javier Silva, Chapirito Seminario- gracias a los cuales fui adaptándome a las costumbres y a las gentes de esa ciudad, que dejaría una marca fuerte en mi vida. A poco de entrar al colegio, los hermanos Artadi y Jorge Salmón, una tarde que nos bañábamos en las aguas ya en retirada del Piura – entonces río de avenida- me revelaron el verdadero origen de los bebes y los que significaba la palabrota impronunciable: cachar..

La revelación fue traumática, aunque estoy seguro, esta vez, de haber rumiado en silencio, sin ir a contárselo al tío Lucho, la repugnancia que sentía al imaginar a estos hombres animalizados, con los falos tiesos, montados sobre esas pobres mujeres que debían sufrir sus embestidas.” “Las explicaciones del sacerdote que me confesaba, el único ser al que atreví a consultar sobre este angustioso asunto, no debieron tranquilizarme pues el tema me atormentó días y noches y paso mucho tiempo antes de que me resignara a aceptar que la vida era así, que hombres y mujeres hacían esas porquerías resumidas en el verbo cachar y que no había otra manera de que continuara la especie humana y de que hubiera podido nacer yo mismo”.

LA DULCE MORADA DEL ABUELO PEDRO “

La prefectura tenía dos patios y unos entretechos legañosos donde anidaban los murciélagos. Mis amigos yo los explorábamos, reptando, con la esperanza de cazar alguno de estos ratones alados y hacerlo fumar, pues creíamos a pie juntillas que el murciélago al que se le ponía un cigarrillo en la boca se lo despachaba a pitazos como un ávido fumador. La Piura de entonces era pequeñita y muy alegre de hacendados prósperos y campechanos –los Seminario, los Checa, los Hilbeck, los Romero, los Atrasar, los García- con los que mis abuelos y mis tíos establecieron unos lazos de amistad que durarían toda la vida.”

“En la hacienda Yapatera, de los Checa, monté por primera vez a caballo y oí hablar de Inglaterra de manera más bien mítica, pues el padre de mi amigo James Mc Donald era británico, y tanto él como su esposa- Pepita Checa-veneraban ese país, al que de algún modo habían reproducido en esas arideces de las serranías piuranas ( en su casa-hacienda se tomaba el five o’clock tea y se hablaba en inglés)” “Tengo en la memoria como un rompecabezas de ese año piurano que concluiría en el malecón Eguiguren con la revelación sobre mi padre: imágenes inconexas, vívidas y emocionantes. El guardia civil jovencito que cuidaba la puerta falsa de la prefectura y enamoraba a Domitila, una de las muchachas de la casa, cantándole, con voz muy relamida. Muñequita linda, y las excursiones en pandilla por el cauce del río y los arenales de Castilla y Catacaos para observar las prehistóricas iguanas o ver fornicar a los piajenos, escondidos entre los algarrobos.

Los baños en la piscina del club Grau, los esfuerzos para entrar a las películas para mayores en el Variedades y el Municipal y las expediciones, que nos llenaban de excitación y de malicia, a aguaitar desde las sombras aquella casa verde, erigida en los descampados que separaban Castilla de Catacaos, sobre la que circulaban mitos pecaminosos. La palabra puta me llenaba de horror y fascinación. Ir a apostarme en los parajes vecinos a aquella construcción, para ver a las mujeres malas que allí vivían y a sus nocturnos visitantes, era una tentación irresistible, a sabiendas que cometería pecado mortal y que tendría luego que ir a confesarlo.”

LA TEMPERATURA POLÍTICA

“Los malos eran los apristas, que habían traicionado al tío José Luis y le estaban haciendo la vida imposible allá en Lima, y cuyo líder, Víctor Raúl Haya de la Torre, había atacado al abuelo en un discurso, aquí, en la plaza de Armas, acusándolo de ser un prefecto antiaprista. (Esa manifestación del APRA la fui a espiar, pese a la prohibición de la familia, y descubrí ahí a mi compañero Javier Silva Ruete, cuyo padre era apristón, enarbolando un cartel más grande que él mismo y que decía:"Maestro, la juventud te aclama”.)

“Enemigos mortales de los apristas eran los urristas de la Unión Revolucionaria, que presidía el piurano Luis A. Flórez, cuya ciudadela era el barrio de La Mangachería, célebre por sus chicherías y picanterías y por sus conjuntos musicales. La leyenda inventó que el general Sánchez Cerro –dictador que fundó la UR y que fue asesinado por un aprista el 30 de abril de 1933- había nacido en La Mangachería y por eso todos los mangaches eran urristas, y todas las cabañas de barro y caña brava de ese barrio de calles de tierra y llenos de churres y piajenos ( como se llama a los niños y los burros en la jerga piurana) lucían bailoteando en las paredes alguna descolorida imagen de Sánchez Cerro. Además de los urristas habían los socialistas, cuyo líder, Luciano Castillo, era también piurano “.

EL HIPNÓTICO DESIERTO ESCENARIO PARA TODAS LAS EPICAS


“Esos arenales que rodean Piura, con sus médanos movedizos, sus manchones de algarrobos y sus hatos de cabras, y los espejismos de estanques y fuentes que se divisan en él, en las tardes, cuando la bola rojiza del sol en el horizonte tiñe las blancas y doradas arenas con una luz sangrienta, es un paisaje que siempre me emocionó, que nunca me he cansado de mirar. Contemplándolo, mi imaginación se desbocaba. Era el escenario ideal para hazañas épicas, de jinetes y de príncipes que rescataban a las doncellas prisioneras o de valientes que se batían como leones hasta derrotar a los malvados.”

EL COLEGIO DE SAN MIGUEL

“El colegio San Miguel de Piura estaba frente al Salesiano, y no tenía, como éste, un amplio y cómodo local; era una vieja casa de quincha y calamina, mal adaptada a sus necesidades, pero el San Miguel, debido a los esfuerzos del director – el doctor Marroquín, a quien di tantos dolores de cabeza-, era un magnifico colegio. En él convivían muchos piuranos de familias humildes – de la Mangachería, de la Gallinacera y otros barrios periféricos- con chicos de clase media y hasta de familias encumbradas de Piura, que iban allí porque los padres del Salesiano ya no los aguantaban atraídos por los buenos profesores”.

LOS PROFESORES DEL SAN MIGUEL


“Teníamos también un excelente profesor de Historia, Néstor Martos, que escribía a diario en El Tiempo una columna titulada “Voto en contra” sobre temas locales. El profesor Martos, de figura desbaratada, bohemio impenitente, que parecía llegar a clases, a veces directamente de alguna cantinilla donde había pasada la noche entera tomando chicha, despeinado, barbicrecido y con una bufanda cubriéndole media cara – ¡una bufanda, en la tórrida Piura!-, en la clase se transformaba en un expositor apolíneo, un pintor de frescos de los periodos preincaico e incaico de la historia americana. Yo lo escuchaba embelesado y me sentí un pavo real una mañana, en aquella clase en la que, sin mencionarme, se dedicó a enumerar todos los argumentos por los que ningún peruano de casta podía ser un “hispanista” ni elogiar a España) que era lo que había hecho yo, ese día, en mi columna de La Industria con motivo de la visita a Piura del embajador de ese país. “ El profesor de literatura resultó algo desangelado –teníamos que memorizar los adjetivos con que calificaba a los clásicos: San Juan de la Cruz “ hondo y esencial”; Góngora “barroco y clasicista”; Quevedo “alambicado, festivo, imperecedero”; Garcilazo “italianizante, malogrado precozmente y amigo de Juan Boscán“- pero una buenísima persona: José Robles Rázuri. El ciego Robles, cuando descubrió mi vocación, me tomó mucho aprecio y solía prestarme libros. los tenía forrados con un papel color rosa y un sellito con su nombres, entre los que recuerdo los dos primeros que leí Azorín: Al margen de los clásicos y La ruta de don Quijote”. “ A la segunda o tercera semana de clases, en un gesto audaz, le confié al profesor Robles mi obrita de teatro. La leyó y me propuso algo que me causó palpitaciones.

El colegio ofrecía uno de los actos con que se celebraba la semana de Piura, en julio.¿Por qué no sugeríamos al director que el San Miguel presentara este año La Huida del Inca?. El doctor Marroquín aprobó el proyecto y , sin más, quedé encargado de dirigir el montaje, para estrenar la obra el 17 de julio, en el teatro Variedades.” “Aunque sólo fuera por haberme permitido ver, en un escenario, viviendo con la ficticia vida del teatro, algo inventado por mí, mi deuda con Piura sería impagable. Pero le debo otras cosas. Los buenos amigos, algunos de los cuales duran hasta ahora. Varios de mis viejos condiscípulos del Salesiano se habían pasado al San Miguel, como Javier Silva y Manolo y Richard Artadi, y entre los nuevos compañeros había otros, los mellizos Temple, los primos León, los hermanos Raygada, con los que nos hicimos compañeros del alma. El quinto de secundaria resultó un año pionero, pues por primera vez se ensayaba en un colegio nacional el régimen mixto. En nuestra clase había cinco mujeres; se sentaban en una fila aparte y nuestras relaciones eran formales y distantes. Una de ellas, Yolanda Vilela, fue una de las tres “vestales” de La Huida del Inca, según el descolorido programa del espectáculo que llevo en la cartera, como amuleto, desde entonces.”

EL AMIGO JAVIER SILVA “

De todo ese grupo de amigos, el más íntimo fue Javier Silva. Era ya entonces, a sus dieciséis años, lo que sería más tarde multiplicado: gordo, goloso, inteligente, incansable, inescrupuloso, simpático, leal, siempre dispuesto a embarcarse en todas las aventuras y generoso como nadie” “ Su apetito era descomunal y los días de propina – vivía a la vuelta de mi casa, en la calle Arequipa. venía a invitarme a El reina , un restaurante de la avenida Sánchez Cerro, en el que pedía un piqueo y una cerveza para compartir. Íbamos al cine – al Municipal, al Variedades o a ese cine de Castilla, al aire libre, con un solo proyector, de modo que a cada fin de rollo se interrumpía la película, y al que había que llevarse el asiento-; a bañarnos en la piscina del Club Grau, a la “casa verde”, en el camino a Catacaos adónde yo lo arrastre la primera vez después de quitarle el miedo que su padre, un médico muy querido en Piura, le había inculcado, asegurándole que si iba allí le contagiarían una sífilis”

LA CASA VERDE “

La “casa verde” era una cabaña grande, algo más rústica que una casa, un lugar mucho más alegre y sociable que los prostíbulos limeños, generalmente sórdidos y a menudo pendencieros. El burdel de Piura conservaba la función tradicional de lugar de encuentro y de tertulia, al mismo tiempo que de casa da de citas. Allí iban los piuranos de todas las clases sociales –recuerdo haberme llevado la sorpresa, una noche de encontrarme al Prefecto, don Jorge Checa, conmovido con los tonderos y las cumananas de un trío mangache. A oír música, a comer platos regionales –secos de chabelo y de cabrito, cebiches chifles, natillas, claritos y chicha espesa-,o a bailar, conversar y también a hacer el amor. El ambiente era campechano, informal, risueño, y rara vez lo afeaban las broncas. Mucho más tarde cuando descubrí a Maupassant, no podía dejar de asociar esa “casa verde” a su hermosísima Maison Teller, así como la Mangachería, barrio alegre, violento y marginal de las afueras piuranas se identificaba siempre en mi memoria con la Corte de los Milagros de las novelas de Alejandro Dumas.”

“Ir a esa casa pintarrajeada de verde, en las afueras de Castilla, camino a Catacaos, me costaba mi magro sueldo de La Industria, de manera que fui apenas unas cuantas veces a lo largo del año. Pero cada vez salí de allí con la cabeza llena de imágenes ardientes, y estoy seguro de haber vagamente soñado desde entonces con inventar alguna vez una historias que tuviera como escenario esa “casa verde”. Es posible que la memoria y la nostalgia embellezcan algo que era pobre y sórdido -¿qué podía esperarse de una pequeño prostíbulo de una pequeñísima ciudad como Piura?, pero, en mi recuerdo la atmósfera del lugar era alegre y poética, y quienes estaban allí se divertían de veras, no sólo los clientes, sino, también los maricas que hacían de camareros y guardianes, las putas, los músicos que tocaban valses , tonderos, mambos o huarachas y la cocinera que preparaba las viandas a la vista de todos, haciendo pasos de baile junto al fogón. Había muy pocos cuartitos con barbacoas para las parejas, de modo que a menudo era preciso salir a hacer el amor a los arenales del contorno, al aire libre, entre los algarrobos y las cabras. La incomodidad restaba compensada por la tibia atmósfera azulina de las noches piuranas, de tiernas lunas llenas, y sensuales curvas de médanos entre los que se divisaban titilando, al otro lado del río, las luces de la ciudad.”

"LOS JEFES “

Ya avanzado el semestre, un buen día el doctor Marroquín nos comunicó a los de quinto año que, esta vez, los exámenes finales no se tomarían de acuerdo a un horario preestablecido, sino de improviso. La razón de esta medida experimental era poder evaluar con mayor exactitud los conocimientos del alumno. Estos exámenes anunciados, para lo qu lo estudiantes se preparaban memorizando la noche anterior el curso en cuestión, daban una inexacta de lo que habían asimilado. Cundió el pánico en clase. Eso de que uno se preparara para química y fuera al colegio y le tomaran geometría o lógica, nos puso los pelos de punta. Empezamos a imaginar una catarata de cursos aplazados. ¡Y en el último año del colegio! Con Javier Silva alborotamos a los compañeros para rebelarnos contra el experimento) mucho después supe que aquel proyecto había sido la tesis de grado del doctor Marroquín). Celebramos reuniones y una asamblea en la que se nombró una comisión, presidida por mí, para hablar con el director. Nos recibió en su despacho y me escuchó educadamente pedirle que pusiera horarios.

Pero nos dijo que la decisión era irrevocable. Entonces, planeamos una huelga. No iríamos a clases hasta que se levantara la medida. Hubo noches sobrexcitadas discutiendo con Javier y otros compañeros los detalles de la operación. La mañana acordada, a la hora de clases, nos replegamos al malecón Eguiguren. Pero allí algunos muchachos asustados – en esa época, una huelga escolar era insólita-, comenzaron a murmurar que podían expulsarnos. La discusión se envenenó y un grupo por fin, rompió la huelga. Desmoralizados con la deserción, los demás acordamos regresar para las clases de la tarde. Al entrar al colegio, el jefe de inspectores me llevó a la oficina del director. Al doctor Marroquín le temblaba la voz mientras me decía que, como responsable de lo ocurrido, yo merecía que me expulsaran ipso facto. Del San Miguel. Pero que, para no estropearme el futuro, sólo me suspendería siete días.” “Cito el episodio de la frustrada huelga porque sería tema del primer cuento mío publicado (“Los Jefes”), y porque en él se vislumbran los primeros brotes de una inquietud. No creo haber pensado mucho en política antes de ese año piurano.”

PIURA Y LA ESTATIZACIÓN DE LA BANCA
“Cuando la batalla contra la estatización de la banca en 1987, hicimos en Piura uno de los tres mítines de protesta, y Piura fue la primera ciudad a la que acudí a hacer campaña, luego del lanzamiento de mi candidatura en Arequipa, el 4 de junio de 1989. Piura fue el departamento del que más provincias y distritos recorrí y al que más veces volví durante la campaña. Estoy seguro de que en ello intervino mi subconsciente predilección por lo piurano y los piuranos. Y, sin duda por esto mismo sentiría esa decepción, en junio de 1990, al descubrir que los electores piuranos no correspondían a mis sentimientos pues votaron masivamente por mi opositor en la elección del 10 de junio, a pesar de que aquél apenas había hecho una furtiva visita a la ciudad en el curso de su campaña”. EL PEZ EN EL AGUA, Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve)
(Fotos Koko Zavala: MVLL con Miguel Godos, efusivo saludo del "Ñato" Armando Burneo Seminario y junto a estandarte de la UNP con el entonces Rector Edwin Vegas Gallo.)

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